El tiempo es una imagen móvil de la eternidad

lunes, 2 de mayo de 2011

¿Estás tú conmigo?

Querido Mundo (5):

    
     Los seres humanos nacemos, crecemos, nos reproducimos (algunos) y morimos (todos). Es el ciclo de la vida, lo tenemos claro, pero no sabemos hacerlo. Después de cientos de miles de años de evolución seguimos siendo unos ignorantes de nuestra propia naturaleza y en cuestiones cruciales dejamos que sea la suerte o el destino el que decida por nosotros. Cada vez estamos más descontentos con lo que hacemos, más pesimistas con lo que podemos hacer, vemos el fin del mundo en cada gran catástrofe y, sin embargo cada día en el mundo nacen miles de niños con la esperanza de perpetuar la especie humana, dándoles lo mejor que tenemos para que sean ellos los que cambien este mundo que nosotros destrozamos, que aporten nuevas ideas y realicen nuevos inventos que nos salven, pero ¿quién los salva a ellos de nosotros? Nacen inocentes, libres, con el libro de la vida en blanco para que puedan ser lo que ellos quieran ser, pero en el proceso de crecimiento le aplicamos unas normas cuya ineficacia fue probada, le inculcamos unos valores que no compartimos, unas historias en las que no creemos y los hacemos partícipes de la brutalidad del mundo, sólo porque decidimos que forman parte de él y como lo tienen que aprender, y mejor pronto que tarde.

     Los niños antes de cumplir los doce años son testigos de unos 20.000 asesinatos. Nadie los protege de semejante brutalidad, quizás porque nosotros nos volvimos indiferentes al sufrimiento de los demás, fríos a las tragedias que a través de la televisión se cuelan cada día en nuestras casas y que no nos sirve más que para entablar una conversación en el bar con nuestros conocidos. No nos importa lo que nos muestran y no nos importa mostrárselo a nuestros hijos. Educamos en esta apatía para hacerlos fuertes a estos horrores de la humanidad y sin embargo, reclamamos su atención el fechas señaladas, nos extrañamos cuando se vuelven tiranos con sus compañeros de pupitre o con nosotros mismos. Renegamos de que ésos sean realmente nuestros hijos y, sin hacer nada dejamos pasar el tiempo para que sean ellos mismos los que, conscientes de su maldad, rectifiquen. 

     Nada pasa porque sí, todo obedece a un orden de cosas que muchas veces desconocemos, pero que se hacen visibles en las consecuencias, pero seguimos sin hacer nada, y sólo seremos conscientes de nuestro error cuando ya llevemos en la frente la etiqueta de viejos y nada se pueda hacer por aquellos niños inocentes que nacieron de la ilusión y que formamos para que gobiernen el mundo cuando ya no estemos ninguno de nosotros. Un mundo más brutal, más agresivo, más devastado... pero habremos conseguido que a ellos les afecte menos que a nosotros estas desgracia porque así lo hicimos aunque no lo deseáramos, y sin ellos saberlo tampoco, repetirán el patrón sus hijos hasta que caiga el telón del gran acto final.

     ¿Cuándo dejamos atrás nuestra parte más humana? Debió haber un momento en el que nos convencieron que para ser fuertes había que deshacerse de los sentimientos y volverse run poco como las máquinas, más productivos, eficientes y autómatas; y nos olvidamos que la razón de ser del ser humano es sentir . Sentir dolor y alegría, tristeza y felicidad, fracaso y éxito... somos lo que sentimos, y si dejamos de sentir nos conviertimos en algo obsoleto y con tendencia a extinguirse. Hay que cambiar el rumbo y hacerlo cuanto antes, estmos a tiempo, sólo hay que querer hacerlo. Yo estoy contigo, Mundo, dime ¿estás tú conmigo?

     Un abrazo grande desde Babia, donde nunca se ha dejado de sentir.

1 comentario:

  1. Decía Miguel Bosé:
    Porque en un mundo que va
    a la velocidad del rayo
    aguanto el vuelo más
    si me agarro de tu mano
    acompañame hasta donde pueda llegar
    En este mundo que va
    como la luz del pensamiento
    el pleito esta
    el no quedarme en el intento
    y aunque no lo quiera que duda cabe ya

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