El tiempo es una imagen móvil de la eternidad

lunes, 5 de septiembre de 2011

El silencio

Querido Mundo (8):

     Todo es ruido a nuestro alrededor. Por mucho que uno quiera alzar la voz para reivindicar un derecho tan legítimo como es el derecho a vivir, el sonido de nuestra voz resulta un esfuerzo vano en comparación con su ruido. Algo ensordecedor que viene de todas partes sin poder hallar el punto concreto de su formación. Todos contribuimos a que cada vez ese ruido sea mayor, aun sin quererlo. Hacerse oír frente a los gritos, gritando más es una muy mala táctica para llegar a tener éxito en la extinción de tanto ruido.

     Pero es un gran problema no poder escuchar lo que se avecina, la comunicación que puedas intentar establecer con cada uno de nosotros puede no llegar siquiera a percibirse y tu esfuerzo se pierde como tantas otras cosas importantes que se van perdiendo. Creo que ni somos conscientes del ruido que nos amenaza, nos acostumbramos a él e incluso cuando hay veces que cesa, el silencio que deja nos da miedo y recurrimos a cualquier forma de producción de sonidos para que el silencio no perdure más de lo que sería soportable. 

     El silencio puede ser peligroso. El silencio nos permite escuchar nuestros pensamientos, nos hacemos preguntas y podemos llegar a conclusiones que pueden hacer que tomemos decisiones que con el ruido nunca se producirían. El silencio nos permite dejar caer la vista sobre algo o alguien más tiempo del normal y mirarlo detenidamente para verlo como realmente es. Nada nos perturba, somos solamente nosotros y nuestra percepción del mundo sin condicionantes externos.

     Sin embargo, cada vez es más difícil encontrar eses momentos de silencio. Es algo que no pedimos, pero que en el fondo necesitamos, es silencio está el todo lo grande, y pese a ello, pasa desapercibido, dejando que sea el ruido el que mande, el que, como tantas otras cosas juegue en tu contra, haciendo inaudible tu grito de ayuda.

    No sé si recuperaremos el oído o moriremos todos sordos, pero no hay que dejar de intentar cambiar las cosas. Un abrazo grande desde Babia, donde seguimos resistiendo.

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